Esta artista afro-americana es conocida por sus montajes visuales con siluetas de papel recortadas y pegadas en las paredes, y por la retroproyección: Cuando el espectador se adentra en la instalación su cuerpo pasa a formar parte de la obra al proyectar su sombra en las paredes e interactuar con las siluetas.
Al observar desde lejos las figuras recortadas (preciosas en sí mismas) y el juego de luces en tonos pastel de inmediato recordé las proyecciones de Linterna Mágica de finales del siglo XIX. Un cuento, una fábula amable para entretener a la familia en las aburridas tardes de domingo.
Pero, como en la vida, si te tomas la molestia de acercarte, profundizar, de raspar la capa superficial de las apariencias, descubres que las escenas que retrata están en las antípodas de lo amable: es un relato perverso sobre la vida en las plantaciones de algodón, violentas escenas sobre la esclavitud norteamericana que pasan por la violación de esclavas, niños colgados por el cuello en árboles, o el massa azotando con su látigo la espalda del negro rebelde. Asesinato, suicidio, deseo, masoquismo…
Contraste brutal entre lo formal y su mensaje, entre apariencia y realidad, magia y sombras… lo bueno y malo que todos tenemos y a lo que nos enfrentamos al encontrar nuestra propia sombra en las paredes… por un instante crees que estás a tiempo de descolgar al niño y salvar de su dolor a los esclavos.
Al amparo de una sólo aparente frivolidad el mensaje llega al espectador.
El anzuelo: la belleza de las figuras y los colores; el resultado: afectar al espectador contándole la cruda verdad.
Genial.
